Mi amigo Juan Carlos me sugiere que escriba sobre el paseo que hace unos
días dimos un grupo de amigos por la ribera del río Henares, muy cerca de la
ciudad de Cervantes, Alcalá de Henares, la romana Complutum. Me sorprende, por
inesperado, ese repentino interés; quizá espere encontrar en mi relato algún
detalle o situación que le pasara inadvertida, o bien, únicamente recordar el
buen rato que pasaron juntos unos amigos que cursan el segundo curso de los
tres con que cuenta el Programa de Ciencias Naturales de la Universidad de
Mayores de Alcalá de Henares.
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Cotorras argentinas (Myiopsitta monachus) |
Andaba yo por esos días, enfrascado en el censo de cotorra argentina (Myiopsitta
monachus) organizado por la Sociedad Española de Ornitología (SEO). Se
trata del primer censo nacional de esta especie junto con la cotorra de Kramer
(Psittacula krameri), cuyo fin no es otro que conocer la distribución y abundancia
de estas dos especies exóticas. El censo lo llevan a cabo voluntarios que
intentarán cubrir la mayor parte del territorio; en el caso de Madrid, el
trabajo se repartirá por barrios y distritos, visitando jardines y zonas
verdes, donde estas aves se concentran en mayor número. El principal objetivo es
localizar y censar los nidos y colonias de esta especie.
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Nido con la abertura de una cámara |
Me estaba llevando tiempo recopilar los planos de los distritos y barrios
que tengo asignados, determinar las zonas con presencia de cotorras y organizar
las visitas dentro de un trabajo coordinado. Se trata de localizar los nidos y
anotar su ubicación; en princio, una tarea sencilla pues son grandes
estructuras construidas con ramas y fáciles de distinguir en los árboles,
incluso a distancia. Sin embargo, no lo es tanto. En realidad son nidos colectivos
que pueden reunir un número elevado de nidos individuales o cámaras. Cada uno
de los agujeros que se abren en esos amasijos de ramas colocados en
determinadas especies de árboles, generalmente cedros del Himalaya (Cedrus
deodora) y más raramente en olmos y plátanos de sombra, es un nido
individual en el que hará la puesta una pareja de cotorras. Hay que anotar no
solo el total de cámaras por nido, sino también las que parecen no utilizadas,
y hacer un conteo aproximado de las aves que se ven en las cámaras y en las
inmediaciones. Si a ello sumamos que un mismo árbol puede sostener varias de
estas estructuras con sus respectivas cámaras, la cosa puede resultar
laboriosa.
Aclarados un poco los detalles, y venciendo la pereza inicial de tener que
sacar petróleo de una aventura tan modesta como la nuestra, me
pongo a escribir la crónica de aquella mañana de campo. Una tarde en el
tren, camino a la universidad de Alcalá, en una cuartilla que arranco con
descuido de un cuaderno, apoyada sobre un libro que habla sobre los primeros
homínidos antepasados del hombre: El primate que quería volar --recomendado
en un monográfico sobre Atapuerca--, comienzo a escribir una suerte de borrador
de esta historia.
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El grupo |
Los días anteriores a la fecha elegida para la excursión los pasé pendiente
de la web de la Agencia Estatal de Meteorología, pues tras una semana con buen
tiempo y temperaturas excepcionalmente altas para la época del año en la que
nos encontramos, mediados de marzo, se anunciaba un cambio radical con la llegada
de una borrasca, y parecía que todo podría irse al garete precisamente el día
señalado para nuestra pequeña aventura. Tuvimos suerte. Según pasaban las
fechas el pronóstico cambiaba a nuestro favor, de modo que ese día amaneció
despejado, sereno y algo fresco, ideal para caminar sin agobios.
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José María, nuestro delegado de curso |
Quedamos a las nueve, junto a la cafetería de la Facultad de Biología, en
el campus externo de la Universidad de Alcalá. Allí fuimos llegando puntuales
los miembros de la expedición. Reunidos todos, nos pusimos en marcha; faltaba
Luis, con el que habíamos acordado encontrarnos en el centro comercial La
Dehesa, al otro lado de la autovía de Barcelona, de camino hacia nuestra ruta.
Nos esperaba con un atuendo deportivo: un elegante chandal azul marino.
Intercambiamos saludos y comenzamos la marcha.
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No se nos ve mal ¿verdad? |
Tomamos un sendero de acceso algo disimulado, junto a una valla metálica,
que parte del Camino de los Afligidos y avanza pegado a la orilla del río
Henares. Marchamos a buen paso, la estrechez del camino nos obliga a ir casi en
fila pero enseguida se forman grupos que entran en animada conversación, tan
animada que en ocasiones el entusiasmo de algunos les lleva a elevar el tono de
voz. Les sugiero con tacto que sean más discretos, que presten atención al
paisaje y a lo que pueda surgir. Que disfruten del entorno.
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Aunque partimos del camino de los Afligidos... no nos sentimos nada afligidos |
Al cabo de un rato, el río se encaja contra un cortado y de sus paredes nos
llega el eco de unas chovas piquirrojas (Phyrrocorax phyrrocorax) que
vuelan a lo largo la pared arcillosa que se alza en la otra orilla. La chova
piquirroja es un córvido característico de cortados y cantiles cuya población,
en la comunidad de Madrid, parece haber experimentado cierto declive, siendo
hoy más escasa que hace algunos años, pero con tendencia a recuperar efectivos
(Atlas de las aves en invierno, 2010-2013). En los años 80 podía verlas en los
cortados de la laguna del Campillo, en Rivas-Vaciamadrid, allí criaban
bastantes
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Cortados del Henares |
parejas y se podían observar con facilidad desde el camino que rodea
la laguna.
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Grajillas (Corvus monedula) |
Otro córvido que vemos es la grajilla (Corvus monedula),
inquilina también de estas paredes, forma grupos más numerosos que las chovas.
Vecinos de estas, los gorriones chillones (Petronia petronia) no dejan
de oirse haciendo honor a su nombre. Estos escapan a la atención de mis
compañeros, es un ave más pequeña, del tamaño de un gorrión y los oímos más que
vemos. Pronto ocuparán cualquier pequeño agujero de la pared para construir el
nido.
Avanzamos por un bosque galeria formado por álamos y tarajes (Tamarix
spp.). Se ven aves
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Herrerillo común (Cyanistes caeruleus) |
características de estos sotos que nos van abriendo
camino: petirrojos (Erithacus rubecula), mirlos (Turdus merula),
chochines (Troglodites troglodites), carboneros (Parus major),
herrerillos (Cyanistes caeruleus), pinzones (Fringilla coelebs), verdecillos (Serinus serinus), alguna curruca
cabecinegra, (Sylvia melanocephala), etc.
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Río Henares |
Como los árboles todavía no
tienen hojas -- recién comienzan a brotar-- puede verse la otra orilla y el
río, lo que seguramente será imposible en algunos tramos dentro de un mes.
Gracias a la buena visibilidad de la que disfrutamos, alcanzamos a ver un
cormorán (Phalacrocorax carbo) sobre un tronco que emerge del agua en la orilla opuesta. Está
secándose con las alas abiertas, ya hace tiempo que viste el plumaje nupcial:
una llamativa mancha blanca en el muslo y las hirsutas plumas blancas de la cara,
destacando esta combinación con el resto del cuerpo oscuro. La Península
ibérica recibe en torno a 55.000 aves durante el invierno (Atlas de las aves
en invierno 2007 - 2010) que provienen del norte de Europa, con gran número de aves
repartidas por el interior asociadas a ríos y masas de agua.
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Cormorán grande (Phalacrocorax carbo) en plumaje nupcial |
Llegamos a una zona donde el camino se ensancha y se abre en un llano.
Empezamos a considerar hacer un alto y tomar algo; algunos van más adelante,
parece que no tienen prisa en parar.
Unos días antes visité la zona, no la conocía y no quería venir con el
grupo sin haber echado antes un vistazo . Pasaba por el lugar donde acabo de
dejar a mis amigos a punto de almorzar, cuando una forma brillante en un
saliente del cortado llamó mi atención. Se encontraba a bastante
distancia, pero aún así pude ver que se trataba de un halcón peregrino.
Sus partes inferiores claras destacaban sobre la roca oscura al incidir los
rayos de sol sobre ellas, lo que hizo que reparase en él. El halcón se mantuvo
en esa postura los minutos que permanecí observándolo. Espere un rato más por
si aparecía su pareja pero no lo hizo así que me marché dejándolo en la misma
posición en que lo encontré: sobre un promontorio, de espaldas al vacío y con
el sol de frente.
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Buscando el peregrino |
Ahora nos encontramos en el mismo lugar y vengo pensando en que podemos ver
al peregrino, seguro que a mis amigos les encantaría. Habíamos decido sacar
algo de comer cuando oímos un sonido que viene de lo alto, es el grito
característico de un ratonero: un silbido lastimero. Paramos y miramos hacia el
lugar de donde parece venir y enseguida lo vemos volando por encima del
arbolado del soto. Casi seguido, un peregrino en vuelo nos hace mirar al otro
lado. Tras unos giros lo vemos posarse en el cortado. Ahora se forma una
pequeña bulla; llamamos a los compañeros que van delante, los demás nos
arremolinamos intentando descubrir dónde se ha posado, hay intercambio de opiniones
y de prismáticos. Por fin, nuestra compañera Olvido lo ve. Está posado en una
repisa en lo alto del cortado, ajeno al barullo que se ha formado bastantes
metros por debajo de él. Los compañeros que faltaban se unen al grupo; deseamos
compartir con ellos el avistamiento y les indicamos donde tienen que mirar.
Muchos dedos apuntando al cortado y al final todos acaban viéndolo.
Siempre emociona ver un halcón peregrino aunque no seas aficionado a las
aves. La leyenda de esta rapaz, su velocidad y belleza suscitan siempre interés
y admiración. Es una especie cosmopolita (se distribuye por todos los
continentes excepto la Antártida), con al menos 19 subespecies reconocidas, y
un ave excepcional de nuestra fauna. En el censo de 2008 se estimó en 28 parejas
la población reproductora en la Comunidad de Madrid. Aquí, el halcón peregrino
se distribuye principalmente en dos grandes áreas: la sierra de Guadarrama y la
campiña. En la campiña ocupa los cortados de los ríos Jarama, Tajuña, Tajo y
Henares. También hay una pequeña población urbana en la capital (SEO/BirdLife,
2008. El halcón peregrino en España. Población reproductora en 2008 y
método de censo).
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Preparándose para desayunar |
Dejamos al halcón en su atalaya y ahora, más relajados, es el momento de
comer algo y tomarnos un respiro. Nos sentamos en un recodo del río, cada uno
donde puede, y damos cuenta del pequeño almuerzo. Se oye el rumor del agua y,
de vez en cuando, el silbido del ratonero. Unos minutos de sosiego y
conversación y continuamos el paseo.
El camino nos lleva a un zona donde el estrecho pasillo de árboles que
seguimos se ensancha alejándonos, no mucho, del río y del cortado. Pasamos por
una arboleda formada por álamos y tarajes; finalmente el sendero se junta con
el de los Afligidos, el mismo donde comenzamos nuestra ruta.Cruzamos un puente
y seguimos andando, ahora por la margen izquierda del río. A nuestra derecha
dejamos una parcela cercada donde hay plantados cientos de arbolillos de pocos
palmos de altura. Forman una curiosa trama, de modo que, mirándolos desde cualquier
ángulo, siempre se ven los árboles perfectamente alineados. A veces se oye el
grito de un pito real (Picus sharpei) que llega desde la densa vegetación que
acompaña al río, y el tamborileo de algún pico picapinos (Dendrocopos major)
que en lo alto de una rama golpea con el pico la madera vieja del árbol.
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Ruiseñor bastardo (Cettia cetti) |
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Junto al mirador |
Alcanzamos otro recodo del río donde un panel informa de la importancia y
los valores ambientales del espacio natural del Soto del Henares, e insta a su
cuidado. Es una especie de mirador con una tosca barandilla de madera que deja
unos metros más abajo el río. En la curva que describe el cauce crece una masa
de carrizos (Phragmites australis) en donde un par de ocasiones
durante este invierno he detectado un rascón (Rallus aquaticus). Esta
ave es muy escondediza y difícil de observar porque rara vez abandona la
cobertura vegetal donde se desenvuelve a sus anchas. Muchas veces, el único
indicio de su presencia es oir su áspero grito, lo cual tampoco prodiga mucho
pero suele incitarlo a ello oir una grabación con su voz. Normalmente, si hay
un rascón cerca este método no falla y no tarda en responder, a veces incluso
sale al descubierto y se le puede ver. En el móvil tengo una
grabación de la voz del rascón y les digo a mis amigos que guarden
silencio mientras la ponemos, a ver si nos responde. Todos callan.
Durante unos segundos pongo en marcha la grabación, la paro y esperamos un poco
confiando en oir una respuesta. Nada se escucha, solo un ruiseñor bastardo (Cettia
cetti) parece darse por aludido y nos responde con
su explosivo reclamo. Conecto de nuevo el reproductor, extiendo el brazo
y lo muevo lentamente de un lado al otro describiendo con el móvil un amplio
arco. No hay respuesta. Seguramente no hay ningún rascón; quizá el ave que oí
un mes atrás era un invernante y ahora está de regreso a su lugar de origen.
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Nido de avión roquero |
Continuamos un poco más y el camino nos lleva a la base de la la pared de
arcilla de un cortado. Un cernícalo vulgar (Falco tinunculus) sale de
algún punto de aquella y se aleja volando. Algunos aviones roqueros (Ptyonoprogne
rupestris) vuelan junto a la pared y se posan de vez en cuando en la misma
o en sus pequeños nidos en forma de media taza construidos completamente de
barro. Pasamos un rato al pie del cortado observando sus vuelos y tratando de
ver los nidos, pues su pequeño tamaño y color, que apenas difiere del de la
pared, complica localizarlos salvo cuando los aviones entran en ellos, lo que
solo hacen en alguna ocasión pues todavía no han comenzado a criar. Nos
encontramos al pie de la pared, a nuestra espalda, una parcela se interpone
entre nosotros y el río. Atraviesa la parcela un arroyo en el que crecen altos
carrizos y termina desaguando en el Henares.
Es mediodía y se empieza a notar el calor. Nos planteamos si seguir
adelante o volver; recurrimos a la mayoría y se decide regresar, aunque algunos
se quedaron con las ganas de avanzar un poco más... Volvemos a buen paso hasta
el puente, lo cruzamos y seguimos por donde habíamos venido. Pasamos por los
mismos lugares de antes: los riscos dónde encontramos al halcón peregrino, que
ya no está; frente a las paredes donde volaban las chovas, y se abren
grandes huecos utilizados con frecuencia por el búho real para criar, y que no
hemos tenido la fortuna de ver; y el bosque de ribera por donde el sendero se
estrecha para terminar saliendo al Camino de los Afligidos, cerca ya del área
comercial donde comenzamos.
Llegamos a la estación
de trenes y poco después a la cafetería de la universidad, donde vamos a comer.
Empieza a estar concurrida por estudiantes, también algún profesor. Entramos
cargados con nuestras mochilas, la chica de la cafetería, que nos conoce de
atendernos por las tardes, se sorprende de vernos a estas horas. Nos acercamos
a donde sirven los platos y estudiamos el menú del día. La cocinera, amable,
nos explica lo que podemos pedir, y vamos eligiendo. Nos sentamos y empezamos a
comer. Va llegando más gente.
Una gran crónica Eduardo, por si te interesa te dejo otra crónica más fotográfica de otro paseo por el Henares.
ResponderEliminarhttp://bichosalfredodoncel.blogspot.com.es/2015/04/avetorillo-en-alcala-de-henares.html
Un saludo
Gracias, Alfredo, por tu comentario. Un saludo.
ResponderEliminarLo pasamos genial, hay que repetir nuevas salidas. Gracias Eduardo.
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