jueves, 22 de enero de 2015

SEGUIMIENTO DE AVES COMUNES EN INVIERNO (SACIM)


Parte del recorrido entre fincas y polígonos industriales
El 7 de enero realicé el primer recorrido del SACIM (Programa de Seguimiento de Aves comunes en Invierno), uno de los programas que coordina la Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife). Su finalidad es conocer, a lo largo del tiempo, la tendencia de las poblaciones de aves que pueblan nuestros campos durante la estación invernal. Consiste en un itinerario (que habrá que repetir al menos 20 días después) dividido en ocho etapas, cada una de ellas con una duración de quince minutos, durante las cuales se anotan las especies observadas y el número de individuos de cada una. El recorrido transcurre por la cuadrícula VK 7080, cuadrícula que abarca un área de 100 km2 al este de la Comunidad de Madrid, e incluye, además, una pequeña superficie de la provincia de Guadalajara. El muestreo se realizó a lo largo del curso del río Henares, afluente del Jarama, y recorre unos siete kilómetros de la vega de dicho río, discurriendo, en parte, por el término municipal de Los Santos de la Humosa. Como era la primera vez que lo hacía, unos días antes realicé un recorrido de prueba para familiarizarme con el terreno y planificar la ruta.




Mirlo común (Turdus merula)
Comienzo el itinerario en la periferia de la ciudad de Alcalá de Henares, junto al río. El primer tramo discurre por una zona muy humanizada en la que encontramos un polideportivo, centros comerciales y polígonos industriales. Ciertamente, de escaso  atractivo y poco sugerente en el plano ornitológico. No obstante, hay algunas zonas ajardinadas en las que se ven especies ligadas al medio urbano como  paloma torcaz (Columba palumbus), mirlo común (Turdus merula), gorrión común (Passer domesticus), colirrojo tizón (Phoenicurus ochruros), herrerillo común (Cyanistes caeruleus), etc; incluso en un jardín abandonado veo un zorzal común (Turdus philomelos) entre un grupo de gorriones comunes (Passer domesticus). En el entorno del río, algún cormorán grande (Phalacrocorax carbo) y en vuelo, bandos de gaviotas sombrías (Larus fuscus).



Paloma torcaz (Columba palumbus)
Al poco de comenzar, el camino se separa del río dejando a ambos lados parcelas de cereal. Los primeros kilómetros resultan monótonos pues recorro una carretera particular flanqueada por una valla metálica, el río dista cien metros o más y me tengo que conformar con ver, a lo lejos, un macho de aguilucho lagunero occidental (Circus aeruginosus) que vuela siguiendo el trazado que marca el  bosque de ribera, alguna tarabilla europea (Saxicola rubicola) posada en los postes del vallado, y  lavanderas blancas (Motacilla alba) que levantan el vuelo a mi paso. A ambos lados, el cercado metálico resulta permeable a alguna curruca rabilarga (Sylvia undata), cabecinegra (Sylvia melanocephala) o buitrón (Cisticola juncidis) que lo atraviesan y  cruzan el camino amenizando mi marcha. A lo lejos, planea sobre la llanura un milano real (Milvus milvus) que poco después me sobrevuela y se aleja en dirección al río.

Colirrojo tizón (Phoenicurus ochruros)






















Tarabilla europea (Saxicola rubicola)
Tras andar dos kilómetros aproximadamente, paso junto a un centro de investigación de recursos fitogenéticos del INIA (Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria). En su recinto se ven parcelas donde crecen chopos y otros árboles perfectamente alineados. Es aquí precisamente, donde una liebre (Lepus granatensis) surge de improviso y escapa veloz entre las hileras. A lo lejos, un bando de fringílidos, seguramente jilgueros y pardillos, va invadiendo el suelo en un goteo continuo desde las copas. Un puente cruza el Henares y muy cerca de él, en lo alto de un chopo, la silueta de un cernícalo vulgar (Falco tinunculus), enmarcada por la desnudez de los árboles y las frías aguas del Henares, recibe inmóvil la tibieza de los primeros rayos de sol.  

Estornino negro (Sturnus unicolor)













Cistícola buitrón (Cisticola juncidis). Foto realizada el pasado verano





La senda discurre ahora pegada al río por su margen izquierda. Avanzo entre la hilera de álamos (Populus sp.), sauces (Salix sp.) y tarayes (Tamarix sp.), que forman la vegetación de ribera, y una valla que cierra una parcela de arbolillos entre los que se mueven algunos bandos mixtos de jilgueros (Carduelis carduelis), pardillos (Carduelis cannabina), pinzones (Fringilla coelebs) y verdecillos (Serinus serinus). En el extremo seco de una rama un pico picapinos (Dendrocopos major) parece ignorar mi presencia; el relincho de un pito real (Picus sharpei) y la algarabía de un bando de estorninos negros (Sturnus unicolor) se escuchan en la otra orilla. 

Río Henares


Algún que otro mirlo (Turdus merula) y petirrojo (Erithacus rubecula) cruzan el camino a mi paso perdiéndose raudos en la vegetación. Entre las ramas de un sauce (Salix sp.), casi pasa inadvertido un acentor común (Prunella modularis) que acompaña sus movimientos con su imperceptible reclamo. Hasta el momento, el muestreo no me ha ofrecido muchos datos, ahora, sin embargo, mi libreta empieza a llenarse de observaciones. El río concentra más diversidad de especies y un mayor número de aves.

Soto del río



 
Pico picapinos (Dendrocopos major)

Camino por la llanura aluvial del río Henares, a mí derecha el terreno se eleva  formando montes y cortados muy próximos al río. El suelo es arcilloso y está cubierto por vegetación herbácea y arbustiva donde una de las especies dominantes es el esparto (Stipa tenacissima). Las tierras del entorno de Los Santos de la Humosa, alejadas de las verticales paredes desde las que se domina la vega, adquieren la fisonomía de una planicie cerealista salpicada de manchas de monte bajo y algunas parcelas de olivos.



El camino se separa del río y avanza junto a un cortado arcilloso; a la izquierda,  una pequeña llanura de inundación es atravesada por un regato, el Arroyo del Carrizal, a lo largo de él una franja de carrizo (Phragmites australis) recorre la llanura y llega hasta el río. Grupos de fringílidos formados por pinzones, jilgueros, verdecillos y algún verderón común (Carduelis chloris) comen en el suelo o vuelan hasta el carrizo buscando cobijo. Mezclados con ellos se observan también algunos bandos de escribanos trigueros (Miliaria calandra).



Arroyo con carrizos que cruza una pequeña llanura

Dejo la senda y subo una ladera ganando altura. Avanzo ahora por un terreno irregular desde el que se ve el río y toda la vega. Un bando de torcaces (Columba palumbus) se concentra en las copas de los álamos y una garza real (Ardea cinerea), posada en un chopo próximo al agua, permanece inmóvil mientras las torcaces no dejan de moverse en la arboleda. Más adelante cruzo un grupo de olivos (Olea europaea) de entre los que salen algunos zorzales comunes (Turdus philomelos). Marcho con cuidado pues las zonas donde aún no da el sol  permanecen cubiertas por una capa de hielo formada durante la noche. A partir de aquí disminuye el número de contactos, solo se ven  algunas aves esteparias (cogujada, alondra) y en muy pequeño número.


 
Las zonas umbrías permanecen heladas

Más adelante, el paisaje adquiere caprichosas formas modeladas por la erosión y se abren barrancos que conducen las aguas de escorrentía superficial hasta el río. En el fondo de estos barrancos, hileras de tarayes (Tamarix sp.), todavía sin hojas, dibujan una franja gris en dirección al río. Algunos juncos (Juncus spp.) que crecen en la cabecera o en el fondo de estos torrentes delatan cierta humedad en el subsuelo.  Desciendo por uno de ellos y me encuentro con un solitario colirrojo tizón (Phoenicurus ochruros), alguna cogujada común (Galerida cristata) y un grupo de grajillas en vuelo (Corvus monedula). Finalmente, llego hasta un cortado al que la acción erosiva ha modelado de forma curiosa. Ahora el terreno desciende hasta la vega, a pocos metros del Henares, y es aquí donde finaliza la última etapa del recorrido.





















El agua de escorrentía modela el terreno
De regreso, veo algunas especies que no observé a la ida y que ya no puedo incluir en el muestreo. Por ejemplo, un pequeño grupo de 6-8 cercetas comunes (Anas crecca) junto a varios cucharas (Anas clypeata) y un ánade friso (Anas strepera) nadando plácidamente en el río. Al cruzar una pequeña llanura oigo un cuervo lejano (Corvus corax) y cerca se oye una perdiz.

Perdiz roja (Alectoris rufa)






Atajo por un vallejo y al coronar una cuesta sorprendo a un zorro cruzando una tierra al trote. Al llegar al borde se para con la mirada fija en el fondo del pequeño valle. Permanece un rato sentado sobre las patas traseras, las orejas tiesas y el hocico apuntando al valle. Parece no advertir mi presencia. Tras unos minutos me mira y se vuelve por donde vino, ahora corriendo. Enseguida lo pierdo de vista.


Zorro (Vulpes vulpes)























Regresé el 13 de febrero para repetir el itinerario y concluir el SACIM  de esta temporada. Se presentaron algunas especies nuevas respecto al muestreo de la primera jornada. Nada más empezar, en el primero de los recorridos, aparecen dos currucas capirotadas (Sylvia atricapilla) junto a la alambrada de un polideportivo. Más adelante, en un recodo del río cubierto por carrizo (Phragmites australis), escucho el áspero grito de un rascón (Rallus aquaticus), y muy cerca el explosivo canto de un chochín (Troglodytes troglodytes). Dos busardos ratoneros (Buteo buteo) planean sobre una parcela junto al río, cerca de una hembra de aguilucho lagunero (Circus aeruginosus). Siguiendo el curso del Henares llego hasta un tronco seco en el que están posados dos cormoranes grandes (Phalacrocorax carbo), uno de ellos exhibe ya el plumaje nupcial. Un poco más allá, dos rascones se oyen en una pequeña laguna que hay junto a la orilla.

Cormorán grande (Phalacrocorax carbo)





Cormorán grande en plumaje de primavera
Finalizó así la campaña del SACIN de este año, en total 47 especies detectadas y buenos ratos de pajareo. Espero volver a repetirla el próximo.




























GALERÍA FOTOGRÁFICA                                          


Barranco



















Escribano triguero (Miliaria calandra)





















Pardillo común (Carduelis cannabina)





Río y vega del Henares



















Formas de erosión por el agua de escorrentía

Fondo de un barranco






































Llanura de inundación del río Henares




























































































Los Santos de la Humosa





















martes, 20 de enero de 2015

EL ÁGUILA IMPERIAL: ESTADO DE CONSERVACIÓN


En 1967, Valverde realizó la primera estimación de la población de águila imperial ibérica (Aquila adalberti) contabilizando 50 parejas reproductoras. Tres años más tarde, en 1970, se obtiene una cifra menor: 30 parejas reproductoras en toda la Península Ibérica; esas 30 parejas constituían la totalidad de las parejas reproductoras ¡a nivel mundial! No fue hasta 1974, de la mano de Garzón, cuando se realizó el que puede ser considerado primer censo de esta rapaz en la Península Ibérica. Arrojó la cifra de 50 parejas reproductoras.
Águila imperial ibérica en una torreta del tendido eléctrico (E. Blanco)
Hasta los años ochenta no se vuelven a realizar conteos organizados de esta rapaz; el siguiente censo tiene lugar entre 1981 y 1986 estimándose entonces un total de 104 parejas (González et al. 1987). En el periodo 1989-1991 se calcula que la población de águila imperial ibérica es de 130 parejas reproductoras (Ferrer, M. 1993). En el siglo XIX esta rapaz se distribuía, con mayor o menor presencia, en casi todo el país, faltando únicamente en el tercio norte peninsular; desde entonces, su área de distribución se ha reducido progresiva y rápidamente. A finales del siglo XX mantenía una población fragmentada en diferentes núcleos poblacionales o subpoblaciones, todos ellos en el cuadrante suroccidental de la península.

En el Libro Rojo de las Aves de España (2004) se estima una población de 350 individuos maduros aproximadamente y se la califica en peligro de extinción: EN C1+C2a(i), en base a su pequeña población (menos de 2500 individuos maduros, criterio C) y al declive poblacional que experimenta (declive continuado >20% en los cinco últimos o próximos años, o en las dos últimas generaciones), además de que ninguna de las subpoblaciones entre las que se distribuye este taxón supera los 250 individuos maduros. 327 parejas se reprodujeron en la Península Ibérica en 2011, de las cuales, siete se localizaron en Portugal (González, L. M. El águila imperial ibérica. El resurgir de una especie. 2012). El censo realizado en 2013 dio un total de 407 parejas reproductoras: 396 en España y 11 en Portugal. Las 396 parejas españolas se distribuían como sigue: Castilla la Mancha, 150 parejas; Andalucía, 91; Casilla y León, 56; Extremadura, 50; y Madrid, 49.

A la vista de estos números parece que la tendencia se ha invertido y ya no se mantiene el declive poblacional de décadas pasadas. Atendiendo a su estado de conservación la UICN, en 2005,  redujo en un grado la categoría de amenaza calificándola de vulnerable (VU). Aun así, continúa siendo una especie en peligro y sus principales amenazas son la electrocución, el veneno y las infraestructuras y obras públicas. Las carreteras y vías de comunicación llegan ahora donde antes era más complicado; se facilita así el acceso a zonas de reproducción, con las consiguientes molestias para las aves y destrucción y pérdida de hábitat.

Distribución en Castilla y León


El águila imperial ibérica se reproduce al sur de la provincia de Segovia y en el centro y sur de la de Ávila. Desde estos territorios se produce una dispersión hacia el norte de Segovia y Ávila, este de la provincia de Salamanca y sur de la de Valladolid.

En 1999, el número de parejas reproductoras en la provincia de Segovia era de nueve. En 2012 se contabilizaron un total de 22 parejas de las que 20 iniciaron la reproducción; de estas, 15 la finalizaron con un resultado de 31 pollos nacidos (datos del servicio territorial de medio ambiente). En  el año 2013 una de las parejas desapareció pero se estableció otra nueva, con lo que  se mantuvo el mismo número del año anterior, 22. El balance final para el 2013 fue de 22 parejas ocupando territorios de cría, de las cuales  19 iniciaron la reproducción y 6 no la finalizaron. Finalmente, las 13 parejas que llevaron a buen término la reproducción produjeron 22 pollos, de los cuales volaron todos menos uno. En este año no se registró ninguna muerte por envenenamiento o electrocución.

Parece que el plan de recuperación del águila imperial va por buen camino ¿Por qué otros planes y estrategias de conservación para especies amenazadas de nuestra fauna no tienen el mismo éxito?