miércoles, 8 de abril de 2015

MARCHA POR EL RÍO HENARES

Mi amigo Juan Carlos me sugiere que escriba sobre el paseo que hace unos días dimos un grupo de amigos por la ribera del río Henares, muy cerca de la ciudad de Cervantes, Alcalá de Henares, la romana Complutum. Me sorprende, por inesperado, ese repentino interés; quizá espere encontrar en mi relato algún detalle o situación que le pasara inadvertida, o bien, únicamente recordar el buen rato que pasaron juntos unos amigos que cursan el segundo curso de los tres con que cuenta el Programa de Ciencias Naturales de la Universidad de Mayores de Alcalá de Henares.
Cotorras argentinas (Myiopsitta monachus)

Andaba yo por esos días, enfrascado en el censo de cotorra argentina (Myiopsitta monachus) organizado por la Sociedad Española de Ornitología (SEO). Se trata del primer censo nacional de esta especie junto con la cotorra de Kramer (Psittacula krameri), cuyo fin no es otro que conocer la distribución y abundancia de estas dos especies exóticas. El censo lo llevan a cabo voluntarios que intentarán cubrir la mayor parte del territorio; en el caso de Madrid, el trabajo se repartirá por barrios y distritos, visitando jardines y zonas verdes, donde estas aves se concentran en mayor número. El principal objetivo es localizar y censar los nidos y colonias de esta especie.
Nido con la abertura de una cámara

Me estaba llevando tiempo recopilar los planos de los distritos y barrios que tengo asignados, determinar las zonas con presencia de cotorras y organizar las visitas dentro de un trabajo coordinado. Se trata de localizar los nidos y anotar su ubicación; en princio, una tarea sencilla pues son grandes estructuras construidas con ramas y  fáciles de distinguir en los árboles, incluso a distancia. Sin embargo, no lo es tanto. En realidad son nidos colectivos que pueden reunir un número elevado de nidos individuales o cámaras. Cada uno de los agujeros que se abren en esos amasijos de ramas colocados en determinadas especies de árboles, generalmente cedros del Himalaya (Cedrus deodora) y más raramente en olmos y plátanos de sombra, es un nido individual en el que hará la puesta una pareja de cotorras. Hay que anotar no solo el total de cámaras por nido, sino también las que parecen no utilizadas, y hacer un conteo aproximado de las aves que se ven en las cámaras y en las inmediaciones. Si a ello sumamos que un mismo árbol puede sostener varias de estas estructuras con sus respectivas cámaras, la cosa puede resultar laboriosa.

Aclarados un poco los detalles, y venciendo la pereza inicial de tener que sacar petróleo de una  aventura tan modesta como la nuestra, me pongo  a escribir la crónica de aquella mañana de campo. Una tarde en el tren, camino a la universidad de Alcalá, en una cuartilla que arranco con descuido de un cuaderno, apoyada sobre un libro que habla sobre los primeros homínidos antepasados del hombre: El primate que quería volar --recomendado en un monográfico sobre Atapuerca--, comienzo a escribir una suerte de borrador de esta historia.

El grupo
Los días anteriores a la fecha elegida para la excursión los pasé pendiente de la web de la Agencia Estatal de Meteorología, pues tras una semana con buen tiempo y temperaturas excepcionalmente altas para la época del año en la que nos encontramos, mediados de marzo, se anunciaba un cambio radical con la llegada de una borrasca, y parecía que todo podría irse al garete precisamente el día señalado para nuestra pequeña aventura. Tuvimos suerte. Según pasaban las fechas el pronóstico cambiaba a nuestro favor, de modo que ese día amaneció despejado, sereno y algo fresco, ideal para caminar sin agobios.

José María, nuestro delegado de curso

Quedamos a las nueve, junto a la cafetería de la Facultad de Biología, en el campus externo de la Universidad de Alcalá. Allí fuimos llegando puntuales los miembros de la expedición. Reunidos todos, nos pusimos en marcha; faltaba Luis, con el que habíamos acordado encontrarnos en el centro comercial La Dehesa, al otro lado de la autovía de Barcelona, de camino hacia nuestra ruta. Nos esperaba con un atuendo deportivo: un elegante chandal azul marino. Intercambiamos saludos y comenzamos la marcha.
No se nos ve mal ¿verdad?

Tomamos un sendero de acceso algo disimulado, junto a una valla metálica, que parte del Camino de los Afligidos y avanza pegado a la orilla del río Henares. Marchamos a buen paso, la estrechez del camino nos obliga a ir casi en fila pero enseguida se forman grupos que entran en animada conversación, tan animada que en ocasiones el entusiasmo de algunos les lleva a elevar el tono de voz. Les sugiero con tacto que sean más discretos, que presten atención al paisaje y a lo que pueda surgir. Que disfruten del entorno.


Aunque partimos del camino de los Afligidos... no nos sentimos nada afligidos
Al cabo de un rato, el río se encaja contra un cortado y de sus paredes nos llega el eco de unas chovas piquirrojas (Phyrrocorax phyrrocorax) que vuelan a lo largo la pared arcillosa que se alza en la otra orilla. La chova piquirroja es un córvido característico de cortados y cantiles cuya población, en la comunidad de Madrid, parece haber experimentado cierto declive, siendo hoy más escasa que hace algunos años, pero con tendencia a recuperar efectivos (Atlas de las aves en invierno, 2010-2013). En los años 80 podía verlas en los cortados de la laguna del Campillo, en Rivas-Vaciamadrid, allí criaban bastantes
Cortados del Henares
parejas y se podían observar con facilidad desde el camino que rodea la laguna.
Grajillas (Corvus monedula)
Otro córvido que vemos es la grajilla (Corvus monedula), inquilina también de estas paredes, forma grupos más numerosos que las chovas. Vecinos de estas, los gorriones chillones (Petronia petronia) no dejan de oirse haciendo honor a su nombre. Estos escapan a la atención de mis compañeros, es un ave más pequeña, del tamaño de un gorrión y los oímos más que vemos. Pronto ocuparán cualquier pequeño agujero de la pared para construir el nido.

Avanzamos por un bosque galeria formado por álamos y tarajes (Tamarix spp.). Se ven aves
Herrerillo común (Cyanistes caeruleus)
características de estos sotos que nos van abriendo camino: petirrojos (Erithacus rubecula), mirlos (Turdus merula), chochines (Troglodites troglodites), carboneros (Parus major), herrerillos (Cyanistes caeruleus), pinzones (Fringilla coelebs), verdecillos (Serinus serinus), alguna curruca cabecinegra, (Sylvia melanocephala), etc.
Río Henares
Como los árboles todavía no tienen hojas -- recién comienzan a brotar-- puede verse la otra orilla y el río, lo que seguramente será imposible en algunos tramos dentro de un mes. Gracias a la buena visibilidad de la que disfrutamos, alcanzamos a ver un cormorán (Phalacrocorax carbo) sobre un tronco que emerge del agua en la orilla opuesta. Está secándose con las alas abiertas, ya hace tiempo que viste el plumaje nupcial: una llamativa mancha blanca en el muslo y las hirsutas plumas blancas de la cara, destacando esta combinación con el resto del cuerpo oscuro. La Península ibérica recibe en torno a 55.000 aves durante el invierno (Atlas de las aves en invierno 2007 - 2010) que provienen del norte de Europa, con gran número de aves repartidas por el interior asociadas a ríos y masas de agua.
Cormorán grande (Phalacrocorax carbo) en plumaje nupcial

Llegamos a una zona donde el camino se ensancha y se abre en un llano. Empezamos a considerar hacer un alto y tomar algo; algunos van más adelante, parece que no tienen prisa en parar.

Unos días antes visité la zona, no la conocía y no quería venir con el grupo sin haber echado antes un vistazo . Pasaba por el lugar donde acabo de dejar a mis amigos a punto de almorzar, cuando una forma brillante en un saliente del cortado llamó mi atención. Se encontraba a bastante distancia,  pero aún así pude ver que se trataba de un halcón peregrino. Sus partes inferiores claras destacaban sobre la roca oscura al incidir los rayos de sol sobre ellas, lo que hizo que reparase en él. El halcón se mantuvo en esa postura los minutos que permanecí observándolo. Espere un rato más por si aparecía su pareja pero no lo hizo así que me marché dejándolo en la misma posición en que lo encontré: sobre un promontorio, de espaldas al vacío y con el sol de frente. 
Buscando el peregrino

Ahora nos encontramos en el mismo lugar y vengo pensando en que podemos ver al peregrino, seguro que a mis amigos les encantaría. Habíamos decido sacar algo de comer cuando oímos un sonido que viene de lo alto, es el grito característico de un ratonero: un silbido lastimero. Paramos y miramos hacia el lugar de donde parece venir y enseguida lo vemos volando por encima del arbolado del soto. Casi seguido, un peregrino en vuelo nos hace mirar al otro lado. Tras unos giros lo vemos posarse en el cortado. Ahora se forma una pequeña bulla; llamamos a los compañeros que van delante, los demás nos arremolinamos intentando descubrir dónde se ha posado, hay intercambio de opiniones y de prismáticos. Por fin, nuestra compañera Olvido lo ve. Está posado en una repisa en lo alto del cortado, ajeno al barullo que se ha formado bastantes metros por debajo de él. Los compañeros que faltaban se unen al grupo; deseamos compartir con ellos el avistamiento y les indicamos donde tienen que mirar. Muchos dedos apuntando al cortado y al final todos acaban viéndolo.

Siempre emociona ver un halcón peregrino aunque no seas aficionado a las aves. La leyenda de esta rapaz, su velocidad y belleza suscitan siempre interés y admiración.  Es una especie cosmopolita (se distribuye por todos los continentes excepto la Antártida), con al menos 19 subespecies reconocidas, y un ave excepcional de nuestra fauna. En el censo de 2008 se estimó en 28 parejas la población reproductora en la Comunidad de Madrid. Aquí, el halcón peregrino se distribuye principalmente en dos grandes áreas: la sierra de Guadarrama y la campiña. En la campiña ocupa los cortados de los ríos Jarama, Tajuña, Tajo y Henares. También hay una pequeña población urbana en la capital (SEO/BirdLife, 2008. El halcón peregrino en España. Población reproductora en 2008 y método de censo).
Preparándose para desayunar

Dejamos al halcón en su atalaya y ahora, más relajados, es el momento de comer algo y tomarnos un respiro. Nos sentamos en un recodo del río, cada uno donde puede, y damos cuenta del pequeño almuerzo. Se oye el rumor del agua y, de vez en cuando, el silbido del ratonero. Unos minutos de sosiego y conversación y continuamos el paseo.

El camino nos lleva a un zona donde el estrecho pasillo de árboles que seguimos se ensancha alejándonos, no mucho, del río y del cortado. Pasamos por una arboleda formada por álamos y tarajes; finalmente el sendero se junta con el de los Afligidos, el mismo donde comenzamos nuestra ruta.Cruzamos un puente y seguimos andando, ahora por la margen izquierda del río. A nuestra derecha dejamos una parcela cercada donde hay plantados cientos de arbolillos de pocos palmos de altura. Forman una curiosa trama, de modo que, mirándolos desde cualquier ángulo, siempre se ven los árboles perfectamente alineados. A veces se oye el grito de un pito real (Picus sharpei) que llega desde la densa vegetación que acompaña al río, y el tamborileo de algún pico picapinos (Dendrocopos major) que en lo alto de una rama golpea con el pico la madera vieja del árbol.

Ruiseñor bastardo (Cettia cetti)
Junto al mirador
Alcanzamos otro recodo del río donde un panel informa de la importancia y los valores ambientales del espacio natural del Soto del Henares, e insta a su cuidado. Es una especie de mirador con una tosca barandilla de madera que deja unos metros más abajo el río. En la curva que describe el cauce crece una masa de  carrizos (Phragmites australis) en donde un par de ocasiones durante este invierno he detectado un rascón (Rallus aquaticus). Esta ave es muy escondediza y difícil de observar porque rara vez abandona la cobertura vegetal donde se desenvuelve a sus anchas. Muchas veces, el único indicio de su presencia es oir su áspero grito, lo cual tampoco prodiga mucho pero suele incitarlo a ello oir una grabación con su voz. Normalmente, si hay un rascón cerca este método no falla y no tarda en responder, a veces incluso sale al descubierto y se le  puede ver. En el móvil tengo una grabación  de la voz del rascón y les digo a mis amigos que guarden silencio mientras la ponemos, a  ver si nos responde. Todos callan. Durante unos segundos pongo en marcha la grabación, la paro y esperamos un poco confiando en oir una respuesta. Nada se escucha, solo un ruiseñor bastardo (Cettia cetti)   parece  darse por aludido y nos responde con su  explosivo reclamo. Conecto de nuevo el reproductor, extiendo el brazo y lo muevo lentamente de un lado al otro describiendo con el móvil un amplio arco. No hay respuesta. Seguramente no hay ningún rascón; quizá el ave que oí un mes atrás era un invernante y ahora está de regreso a su lugar de origen.
Nido de avión roquero




Continuamos un poco más y el camino nos lleva a la base de la la pared de arcilla de un cortado. Un cernícalo vulgar (Falco tinunculus) sale de algún punto de  aquella y se aleja volando. Algunos aviones roqueros (Ptyonoprogne rupestris) vuelan junto a la pared y se posan de vez en cuando en la misma o en sus pequeños nidos en forma de media taza construidos completamente de barro. Pasamos un rato al pie del cortado observando sus vuelos y tratando de ver los nidos, pues su pequeño tamaño y color, que apenas difiere del de la pared, complica localizarlos salvo cuando los aviones entran en ellos, lo que solo hacen en alguna ocasión pues todavía no han comenzado a criar. Nos encontramos al pie de la pared, a nuestra espalda, una parcela se interpone entre nosotros y el río. Atraviesa la parcela un arroyo en el que crecen altos carrizos y termina desaguando en el Henares.

Es mediodía y se empieza a notar el calor. Nos planteamos si seguir adelante o volver; recurrimos a la mayoría y se decide regresar, aunque algunos se quedaron con las ganas de avanzar un poco más... Volvemos a buen paso hasta el puente, lo cruzamos y seguimos por donde habíamos venido. Pasamos por los mismos lugares de antes: los riscos dónde encontramos al halcón peregrino, que ya no está; frente  a las paredes donde volaban las chovas, y se abren grandes huecos utilizados con frecuencia por el búho real para criar, y que no hemos tenido la fortuna de ver; y el bosque de ribera por donde el sendero se estrecha para terminar saliendo al Camino de los Afligidos, cerca ya del área comercial donde comenzamos.


Llegamos a la estación de trenes y poco después a la cafetería de la universidad, donde vamos a comer. Empieza a estar concurrida por estudiantes, también algún profesor. Entramos cargados con nuestras mochilas, la chica de la cafetería, que nos conoce de atendernos por las tardes, se sorprende de vernos a estas horas. Nos acercamos a donde sirven los platos y estudiamos el menú del día. La cocinera, amable, nos explica lo que podemos pedir, y vamos eligiendo. Nos sentamos y empezamos a comer. Va llegando más gente.