miércoles, 23 de noviembre de 2016

Muchas especies de aves que migran entre Eurasia y África, entre 2 y 5 millones al año (Moreau, 1972, Hahn er al. 2009), están sufriendo un fuerte declive poblacional, en particular las que dependen de la existencia de humedales a lo largo de sus rutas migratorias. De estas aves se estima que el 67% está en peligro de extinción (IUCN, 2015).


Joshua J. Horns

Con objeto de adoptar medidas para la conservación de estos enclaves, vitales para las aves durante su invernada y como lugares de descanso durante el largo viaje migratorio, es importante conocer su localización no solo en las zonas de reproducción, también a lo largo de las rutas migratorias.

Un equipo de investigadores ha realizado durante dos años el seguimiento   de 5 carriceros tordales (Acrocephalus arundinaceus) en sus desplazamientos migratorios, identificando importantes zonas de reposo y paso durante la migración e invernada.

Con la idea de que los resultados puedan aplicarse a otras especies de passeriformes igualmente dependientes de zonas humedas, los investigadores marcaron con geolocalizadores 30 carriceros de esta especie en el NE de Turquía en mayo de 2013, de los que 4 machos fueron recuperados en mayo de 2014 y otro, cuyo sexo no pudo determinarse, en 2015.
De los datos recogidos en sus localizadores se sabe que, tras atravesar la Península Arábiga, las aves visitaron, al menos, 11 países de dos continentes durante su viaje migratorio, y en total pasaron por 17 paises y  por 226 IBA's (areas importantes para la conservación de las aves). Sin embargo,  más del 40% de las áreas húmedas por las que transitaron las aves en sus desplazamientos carecen de protección o esta es muy reducida; además, muchas de ellas presentan una complicación añadida, y es que dependen administrativamente de varios países.

El estudio, además de permitir comparar los movimientos de diferentes  poblaciones de carricero tordal, revela la situación de humedales en Oriente Medio y Este de África desconocidos hasta ahora, todos ellos utilizados como lugares de descanso o estancia no solo por el carricero tordal durante su migración e invernada, sino por otros pequeños migrantes subsaharianos. Este conocimiento puede aplicarse a la adopción de medidas orientadas a conservar estos hábitats.

Joshua J. Horns, Evan Buechley, Mark Chynoweth, Lale Aktay, Emrah Coban, Mehmet Ali Kirpik, Jordan M. Herman, Yakup Sasmaz and Cagan H. Sekercioglu (2016) Geolocator tracking of Great Reed-Warblers (Acrocephalus arundinaceus) identifies key regions for migratory wetland specialists in the Middle East and sub-Saharan East Africa. The Condor: November 2016, vol. 118, No. 4, pp. 835-849.





DE BÚHOS EN EL PARQUE REGIONAL DEL SURESTE (MADRID)

Al oeste, sobre un cielo lechoso, el perfil del cortado dibuja una línea irregular que se precipita hacia el río a través de un oscuro vacío. Y en esa delgada línea, frontera entre la luz y las sombras, y como prendida en ella, se recorta la silueta de un búho real (Bubo bubo). A pesar de la distancia podemos distinguir los bien perfilados penachos y el movimiento de la cabeza describiendo amplios giros que le dan una visión panorámica del entorno. Desde allí, atento a cuanto acontece alrededor, canta con una cadencia rítmica a intervalos de pocos segundos. Se sabe dueño del cantil.

El búho se muestra activo, nada que ver con esa figura estática, casi pétrea, que permanece oculta durante el día en alguna cavidad de la pared esperando que llegue la noche. Durante un rato se acicala sin dejar de mirar en derredor; la mortecina luz crepuscular y el silencio, roto únicamente por el repentino graznido de una garza y los roncos gruñidos de los cormoranes (Phalacrocorax carbo) de un dormidero cercano, parece activar la maquinaria de sus sentidos.

Poco después alza el vuelo, cruza la cuña de cielo que se abre hacia poniente y lo perdemos de vista. No pasa más de un minuto y vuelve a cantar, lo hace ahora fuera del cortado, seguramente desde un árbol aunque desde nuestra posición no lo podemos ver. Avanzamos por el camino que, junto al río, se va separando cada vez más de la pared de yeso. El búho sigue cantando, lo oímos sorprendentemente cerca y todo apunta a que está posado en un árbol o en el poste del tendido eléctrico que hay en la otra orilla. Seguimos andando, ya vemos los cables que cruzan por encima del camino antes de hacerlo sobre el río, enseguida pasaremos por debajo de ellos y se abrirá un hueco en la barrera de árboles que hasta ahora nos sirvió de parapeto. El búho sigue cantando, ahora sí que lo sentimos cerca.