miércoles, 21 de marzo de 2012

APUNTES DE MARZO

Comienza a sentirse la inmediata llegada de la primavera. Se nota, claro, al dar una vuelta por el campo en estos primeros, soleados y templados días que estamos disfrutando en Madrid. Las aves, que son las que mejor anuncian la estación (dejando al margen a las plantas), se animan ya a emitir algunos tímidos floreos, como el petirrojo al que sorprendí el otro día cantando en el Jardín Botánico de la capital. Para el más atento observador, la evidencia de la primavera se manifiesta en numerosos signos. Las formaciones de grullas hacia el centro y norte de Europa se hacen patentes, incluso en los cielos urbanos, por las ruidosas bandadas que los surcan; más familiar resulta la llegada de golondrinas y aviones, en estas fechas postreras del mes de febrero ya hay quien los ha visto por la comunidad de Madrid; quizá el monótono canto de un autillo en algún arbolado y otras muchas más.

Fresnos. Atardecer en el monte de El Pardo (Madrid)











Y no sólo en el campo, también en la ciudad penetra el espíritu primaveral, sutiles indicios de ello lo auguran, como el insistente canto del mirlo en las primeras horas de la mañana,  lanzado al aire desde algún posadero estratégico que en la ciudad suele ser una antena, un seto, un tejado, etc.   cuyas estrofas pugnan por superar el fragor urbano que lo invade todo. Quizá relacionado con esta proximidad de la primavera, la presencia de carboneros garrapinos entre las ramas todavía desnudas de los grandes olmos de algunas calles de Madrid, anuncien movimientos de estas aves hacia los lugares que ocuparán durante la reproducción, por ejemplo la cercana sierra de Guadarrama, lugar idóneo para observar este pequeño párido durante todo el año.
En marzo es frecuente ver a las palomas torcaces (Columba palumbus) comiendo la legumbre de Sophora japónica, árbol de la familia Fabaceae usado como ornamental en muchas calles de la ciudad. Este fruto debe de resultar muy apetecible para las palomas, pues es curioso observar las habilidades empleadas por estas aves para tratar de alcanzar las deseadas legumbres, adoptando para ello las más variadas posturas, estirando el cuello, abriendo las alas para sujetarse en las ramas contiguas, a veces casi cabeza abajo pareciendo que acabará quebrándose la rama donde se posa la pesada ave.
En la mañana del día 13 de marzo me sorprende el grito de un rascón (Rallus aquaticus) que proviene de una zona con abundante enea en el río Manzanares, en un paraje próximo al pueblo de El Pardo. Instintivamente trato de descubrir al ave escudriñando la vegetación palustre de la ribera, inútil intento pues es de sobra conocido el carácter esquivo de esta rállida, comportamiento que comparte con otras especies de la misma familia. Me dedicaba a esto, cuando en la orilla opuesta del río aparecen dos jabalinas seguidas de 10 o 12 rayones que cruzan el estrecho cauce y se introducen entre las eneas secas a través de un corredor abierto entre ellas. Las crías se detienen en un pequeño claro  entre la densa vegetación con medio palmo de agua, allí permanecen un buen rato alimentándose de lo que sacan entre la vegetación y el fango.  Los adultos desaparecen entre las eneas pero se mantienen vigilantes a corta distancia de los rayones, oyéndoseles y percibiendo su presencia por el movimiento de la vegetación a su paso.
Rascones

 Es difícil determinar la abundancia de algunas especies de aves, pudiendo pasar desapercibida su presencia y más aún su número en un determinado lugar. Esto ocurre, por ejemplo, con el rascón (Rallus aquaticus) al que ya me he referido anteriormente. Se trata de un ave que en raras ocasiones puede ser observada, dependiendo casi exclusivamente de escuchar su voz para detectarla. Hoy, 14 de marzo, he vuelto al río y he intentado forzar su canto con una grabación, y he quedado muy satisfecho con el resultado obtenido. En el primer punto en el que he reproducido el canto, han respondido dos aves, relativamente próximas entre sí, y a cien metros más allá se ha oído la estridente voz de otro rascón. Me gustaría realizar el experimento con una mejor sistemática a lo largo de un transecto de río y sacar conclusiones. Lo intentaré el próximo sábado.


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Hábitat típico del rascón











El día 17 temprano llegamos al río. La temperatura está entorno a 1ºC. Pretendemos establecer una serie de puntos o estaciones de escucha a intervalos de unos cien metros, aunque no seguiremos estrictamente esta metodología y nos adaptaremos a las circunstancias que vayan surgiendo, pues se trata únicamente de tener una idea del número de rascones que pueden encontrarse en un tramo de río de aproximadamente mil metros.
La primera estación de escucha la situamos a media pendiente de una ladera que baja hasta el río. Desde aquí se domina un amplio tramo de cauce ocupado en gran parte por eneas y carrizos secos. El río tiene aquí escasa profundidad y se puede cruzar a pie. Conectamos el reclamo y enseguida responde un rascón que suena muy cerca frente a nosotros. Pocos minutos después escuchamos otro a nuestra izquierda, a unos 25 metros de distancia. Tres o cuatro minutos más tarde se oye otro a nuestra derecha, donde empieza un bosque galería de chopo y sauce. Son las 8:30 h.
El segundo punto de escucha dista cien metros más allá y lo ocupamos a las 8:55 h. En todas las estaciones hacemos funcionar el reclamo durante un minuto y hacemos una pequeña pausa entre reclamos. En esta segunda estación de escucha responde un rascón.

Eneas en el río Manzanares









Tenemos que desplazarnos 200 metros más (300 m del punto de partida) para escuchar otro rascón. Son las 9:30 h.
No volvemos a escuchar ningún rascón hasta un punto a 750 m de la primera estación de escucha. Aquí nos responde un ave que acabamos viendo cruzando con un corto vuelo un brazo de agua hasta esconderse entre la vegetación. Son las 11:00 h. En este miso lugar un segundo rascón responde a nuestro reclamo, a unos 30 metros a nuestra izquierda, a las 11:15 h. En este punto terminamos nuestro recorrido habiendo detectado 7 rascones en un tramo de río de 800-900 m.


Lugar donde se escucha y se ve el primer rascón
Hoy, 22 de marzo, hago un corto recorrido de un par de horas de duración por la orilla derecha del Manzanares, remontando el curso del río desde el Puente de los Capuchinos. En este tramo hay algunos puntos que parecen apropiados para encontrar algún rascón. La parte inicial del trayecto se enmarca en un bosque galería formado por arces, chopos, plátanos de sombra, zarzas, etc. A mi izquierda, al otro lado de una valla metálica, se extiende un encinar adehesado que corresponde a la parte del monte de El Pardo cerrado al público. Tengo poco tiempo y sólo hago cuatro escuchas. La primera en un lugar que me parece propicio por su densa cobertura de eneas, sin embargo no responde ningún ave. Cincuenta metros más adelante, en el extremo opuesto al emplazamiento anterior, tras dos o tres minutos de poner la grabación, responde un rascón bastante cerca de donde me encuentro pero no lo veo. Insisto con el reclamo y me responde de nuevo; tengo la impresión de que se está acercando. Tras un par de minutos durante los cuales no vuelvo a conectar el reclamo, lo veo aparecer entre las cañas de las eneas. La visión es fugaz, pues no tarda en desaparecer entre la vegetación.
Continúo el camino y hago un par de escuchas más, pero sin resultado. Finalmente, en un punto del río donde hay una mancha de espadañas y el ambiente es más tranquilo por haber menos gente, pruebo el reclamo durante dos o tres minutos sin escuchar nada hasta que veo aparecer por mi izquierda y en la otra orilla, un rascón volando que se posa en la mancha de eneas al descubierto y como intentado averiguar de donde procede el reclamo. Creo que me ve y termina ocultándose, sin emitir en ningún momento sonido alguno. Con este lance termina la mañana, en total dos rascones y el convencimiento de que el reclamo es un buen sistema para detectar a esta especie.

Lugar donde se detecta el segundo rascón.




















Lagunas de Velilla de S. Antonio



Laguna de Velilla
La extracción de áridos llevada a cabo en terrenos próximos al río Jarama en el término de Velilla de S. Antonio (Madrid) y el posterior abandono de la actividad extractiva, dejaron una serie de depresiones que al inundarse por alcanzar su fondo el nivel hidrostático o freático, han dado lugar a una serie de lagunas que se distribuyen a lo largo de la margen izquierda del río. Hoy, 23 de marzo, he visitado una de estas lagunas con la intención de detectar rascones y tratar de localizar algún calamón, especie de la que ya observé dos ejemplares en el mes de diciembre. Nada más llegar (10:00 hora oficial) conecto el reclamo de calamón en un lugar con abundante enea (Typha sp). Enseguida aparece un calamón que se encarama al descubierto sobre la enea. El ave comienza a atravesar la densa cubierta de eneas en dirección a donde me encuentro, oculto entre la vegetación acuática, se aprecia de vez en cuando el movimiento de las cañas a su paso. Pronto llega hasta donde estoy, permaneciendo al descubierto sorprendentemente confiado, tan cerca está que me permite hacerle unas fotos con una cámara de bolsillo con un pequeño zoom. Confundido pero a la vez curioso, durante unos segundos parece no saber qué hacer. Después, lentamente se pierde entre la vegetación. Sorprende la facilidad y rapidez con la que es atraído por el reclamo y su actitud confiada, pues en ningún momento he permanecido oculto. Lo intento de nuevo en otros puntos de la laguna pero sin éxito.
Calamón atraído por el reclamo






En el lugar donde se encontraba el calamón responden dos rascones al reclamo, pero no los veo. Pruebo el reclamo en otra parte de la laguna y un rascón se aproxima volando, aterrizando en una isleta de eneas a unos 40 metros de distancia y de allí pasa a otra zona de eneas próxima a donde me encuentro. Sin dejar de responder al reclamo se aproxima con rapidez llegando a unos tres metros de mi, lo veo fugazmente entre la vegetación palustre. En resumen, se deduce una cierta población de rascones difícil de detectar si no se emplea algún medio como el que he descrito. Ignoro si son aves de paso o sedentarias, habría que hacer un seguimiento para sacar conclusiones.









El día 10 de abril, en el mismo lugar, vuelvo a conectar el reclamo de calamón y de nuevo un ave aparece al oirlo. El comportamiento es similar, el calamón al oir el reclamo trepa por los tallos de las eneas o carrizos y se asoma curioso. A continuación desciende al suelo y se aproxima al reclamo. De ambas ocasiones parece deducirse que solo hay una pareja reproductora, suponiendo que existe una hembra que permanece incubando cuando el supuesto macho atiende al reclamo.










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